LIMPIANDO LAS VASIJAS

El orgullo nos debilita



Pasaje

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo.1Pedro 5:6


Oración

Señor, renuncio al orgullo. Imito a Cristo, el cual no se aferró a sus logros y títulos, sino que se volvió siervo de todos y hoy es exaltado por Su Padre. No quiero la aprobación de todos, quiero la tuya Señor.


Declaración

Escribe una carta a tu familia, reconociendo errores y pide oración por tu vida.

Desarrollo

Los pasajes que hablan del orgullo mayormente tienen que ver con la idea de ponerse arriba de otros o considerarse más valioso que los demás. Una persona soberbia, es altiva, enaltecida, altanera, engrandecida o exaltada en su propia opinión.

El orgullo impide que enfrentemos la verdad. Distorsiona nuestra visión. Cuando creemos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece la visión de nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (2 Timoteo 2:24-26). El orgullo hace que nos consideremos víctimas. Nuestra actitud, entonces, se expresa así: "He sido maltratado y juzgado injustamente; por lo tanto, mi comportamiento está justificado". Creemos que somos inocentes y hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. Aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferrarnos a la ofensa. Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta. No vemos cuál es el verdadero estado de nuestro corazón. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, el enojo, la envidia y el resentimiento que surgen. Algunas veces hasta nos resentimos con quienes nos recuerdan a otras personas que nos han herido. Nos arrepentimos sólo cuando dejamos de culpar a los demás.. Cuando culpamos a los demás defendemos nuestra posición, estamos ciegos. Luchamos por quitar la paja del ojo del otro, mientras tenemos una viga en nuestro ojo. La revelación de la verdad es la que nos trae libertad. Cuando el Espíritu de Dios nos muestra nuestro pecado, siempre lo hace en una forma que parece separada de nosotros. De esta manera nos trae convicción, no condenación. La humillación de la que hablábamos hace un par de días, es el recurso que nos ayuda a superar nuestro ego y vanidad. Somos invitados a considerar al otro superior a nosotros, una regla indispensable para construir relaciones familiares o eclesiásticas fuertes. Una postura de vida que nos trae la libertad de vivir justificándonos o explicando nuestros errores. Seamos libres de la tremenda tarea diaria que genera defender nuestras posiciones y conductas.

¿Orgulloso yo? ¡Nooo! El orgullo es como el mal aliento, lo perciben todos menos el que lo tiene.

No me pregunto si tengo problemas con el tema, más bien practico la humildad, no me creo más que el resto, ni busco lugares de privilegio. Me humillo bajo la mano de Dios, eso traerá crecimiento y victoria a mi vida. La práctica del orgullo, solo afirma mis debilidades. Es imposible agradar a todos, busco agradar a Dios.