FAMILIAS SÓLIDAS

HONRAR BENDICE

Día: 30 - Semana: 5 - Autor: Pastor Bernardo Affranchino

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Pasaje

Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y disfrutes de larga vida en la tierra. Efesios 6:2-3


Desarrollo

El amor es el cimiento, la motivación y el principio fundamental detrás de todo lo relacionado con el Reino de Dios. Porque de tal manera amó Dios al mundo, es la declaración en Juan 3 que nos muestra que lo trajo a Jesús hasta nosotros. El mayor de ellos es el amor, escribió el apóstol 1Corintios 13. Conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otro, anunció también nuestro Salvador en Juan 17. Esto no es menos cierto en nuestras familias. Es más, en una cultura turbulenta plagada con el divorcio, la violencia, el maltrato, drogas, injusticia y desorden, el impacto del amor de Dios en nuestros hogares se torna indispensable si vamos a ordenar nuestros hogares de acuerdo a los mandamientos de Dios. No podemos abordar el concepto de practicar la honra a nuestros padres, sin establecer el amor como identidad en nuestras vidas. No queremos repetir hoy lo hablado semanas anteriores, pero nos es indispensable remarcar el principio de la práctica del amor, la decisión de amar, más allá¡ de las acciones del otro. Si como decíamos días anteriores, honrar tiene que ver con reconocer al otro, entonces será inevitable que para practicar la honra y bendición hacia nuestros padres, nos paremos en los principios del Amor de Dios y no en los logros personales del otro. Si condiciono mi actuar a las acciones de los demás, entonces mi identidad, se verá¡ afectada por decisiones ajenas a mis posibilidades. Más bien hacemos o dejamos de hacer, en función de quienes somos. Este territorio, debe ser ganado fundamentalmente en la Presencia de Dios. No estamos hablando que si alguien se crió en una casa, donde sus padres fueron abusivos en la forma que sea, deban someterse a esa regla de juego por siempre, pero si estamos diciendo que aón a pesar de acciones tan condenables como el abuso físico, practicamos cosas como el perdón, pues entendemos el valor de vivir sin rencor. Son cosas que hacemos fundamentalmente en la Presencia de Dios. A veces, todos hemos considerado la cuestión del perdón y pensado: Es más fácil decir que hacer. Otras veces hemos pensado: Pero usted no sabe lo que me hicieron. Me hirieron muy profundamente. Algunas veces el perdón viene fácil y en otras demora semanas sentir que hemos perdonado por completo a alguien. Pero el Señor nunca nos permite usar el tiempo, la ofensa, ni la dificultad para evitar perdonar a alguien. Dios nos llama a mantener nuestros corazones libres y limpios ante Ël. Nuestra verdadera responsabilidad es entre Él y nosotros; y de agua­ brota nuestra responsabilidad hacia otros. De este modo, el perdón llega a ser un acto de fe. Perdonamos debido a que hemos sido perdonados y a que creemos que mediante el perdón a la larga vendrá la libertad. Tal vez no hay relaciones más difíciles y exigentes en las cuales mantener una atmósfera libre y perdonadora que en nuestras familias. Somos más proclives a ofender, lastimar y enfurecernos con quienes pasamos más tiempo y tenemos más intimidad, tanto relacional como físicamente. ¡Pero el perdón puede obrar maravillas en las familias!