EN PIE DE GUERRA

Lejos de la idolatría



Pasaje

Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Efesios 5:5


Oración

Padre rindo mi adoración solo a Ti. Pido perdón si en otro tiempo he estado adorando lo incorrecto, e incluso si hoy día ya siendo cristiano, hubiera adorado u honrado lo creado, me arrepiento y consagro solo a Ti mi adoración.


Declaración

Revise su corazón. Guarde un momento de total enfoque en Dios. Sin celulares. Sin televisión. Revise su corazón. Que nadie tenga ni siquiera un pedacito del trono en nuestra vida, al cual está reservado solo a Dios.

Desarrollo

Permítame en ésta reflexión, sacarle el polvo a un artículo

que aprendí mientras estaba en el colegio secundario, allá

por 1980. No proviene de un libro evangélico, pero de

cualquier manera, me parece puede ayudarnos.

“La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo.

Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que

no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre

honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de

dioses o demonios, de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc.” Si pasaste por algún colegio de extracción católica, ya reconociste seguramente la cita.

Es el artículo 2113 del catecismo de la iglesia católica romana.

Interesante.

En el pasaje escogido para hoy, el apóstol Pablo compara (o explica mejor dicho), la avaricia, como un síntoma de idolatría. Se

refiere a la acción de darle al dinero poder a través del acto de

la honra. Al poner la expectativa de que resuelva nuestra vida en

el dinero, le damos poder, lo volvemos central en nosotros, lo

entronizamos, lo idolatramos.

¿Esto es privativo del dinero? No en realidad es un peligro latente

alrededor de cualquier cosa que tenga peso en nuestra vida.

Podemos idolatrar a una persona, al ponerla en el trono de nuestro corazón. Aunque sea merecedora de reconocimiento, nunca

nadie nacido de la simiente de un hombre y una mujer, debe

recibir adoración. Se llame como se llame y haya hecho lo que

haya hecho.

En el marco de la guerra espiritual, hago dos reflexiones.

La primera tiene que ver con lo que pensábamos ayer. ¿Cuántas

figuras y estatuillas hemos guardado por tradiciones familiares o

costumbres pasadas? El primer mandamiento de los diez básicos de la fe cristiana, manda no hacer figuras ni de lo de arriba, ni

de lo de abajo. Mucho menos postrarnos o adorarlas.

La segunda reflexión alude a cuan común es el hábito de adorar lo que no es Dios. Fue la tercer tentación que Jesús recibió

por parte del diablo en el desierto. Será porque creemos poder

controlar y hacer “trabajar” para nosotros, aquello que podemos

manipular. Error. El final de ese recorrido, es dañino para nuestras

almas. Nunca es sano tener a otro que no sea Jesús en el centro

de nuestro corazón.