CASA DE PAZ

“Porque si alguno no provee para los suyos...

Día: 39 - Semana: 6 - Autor: Pr. Bernado Afranchino

Siguiente →


Pasaje

“porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” 1 Timoteo 5:8


Desarrollo

Es importante pensar en las tentaciones principales que enfrenta un padre. En primer lugar, la tentación de dar cosas en lugar de dar de nosotros mismos: nuestra presencia, nuestra intervención personal. No me malentienda. Proveer a la familia de uno es bíblico. Es la batalla entre juguetes y tiempo: el deseo de un papá que trata de compensar sus largas horas en el trabajo y su ausencia colmando a su familia con cosas materiales, en lugar de estar allí cuando se lo necesita: como en los graderíos durante juegos de pelota, o al lado de su hijo cuando la tarea escolar pide el estímulo de un padre, o aplaudirlo por el esfuerzo que está dando al aprender andar en bicicleta. Nada puede ocupar el lugar de un padre que participa. Segundo, la tentación de sermonear en lugar de ganarnos el respecto al escuchar y aprender. Nuestra casa no es una extensión del trabajo . . . y nuestra esposa e hijos no son empleados. Tal vez nos ganemos automáticamente el respeto en donde trabajamos, pero en casa debemos ganárnoslo a la antigua. Debemos esforzarnos por merecerlo. Tecero, la tentación de exigir perfección de los que están bajo nuestro techo. Es muy fácil fijar las expectativas para nuestra esposa e hijos fuera de su alcance, esperando que bateen mil veces de cada mil. A los padres se les ordena que no exasperen a sus hijos (Efesios 6:4), y la palabra exasperar quiere decir ser un fastidio, una irritación, alguien que causa aflicción. Un hijo exasperado es el que no puede saltar a suficiente altura, gracias a un padre exigente que erróneamente piensa que ser buen entrenador quiere decir siempre alzar más la barra. Cuarto, la tentación de buscar satisfacción íntima fuera de los vínculos de la monogamia. Gracias a nuestra capacidad para racionalizar, los hombres podemos convencernos nosotros mismos como para meternos en los atolladeros más ridículos imaginables. He oído casi todos ellos. También he escuchado a los hijos de los adúlteros después del hecho, que nunca entienden, que sufren más allá de toda descripción, y que llevan indefinidamente las cicatrices. La seducción puede ser poderosa lo suficiente como para hacer que el hombre se olvide momentáneamente de su familia, así como también que ignore las devastadoras consecuencias de su pecado. ¿Por qué no empezar hoy? Vamos, hombres; es una de las mejores cosas que un padre puede darle a su familia.