Evangelio según Juan 1° Parte



Pasaje

“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:30–31).


Oración

Gracias Señor por Tú Amor, acercándote hasta mí hoy. Te abrazo y te doy una vez más mi corazón.


Declaración

Juan, el apóstol, hijo de Zebedeo, hermano de Jacobo, llamado “hijo del trueno” es el autor del evangelio que lleva su nombre. Escribió Juan pensando en los nuevos creyentes e inconversos que buscan a Jesús, probablemente entre 85–90 d.C.

Desarrollo

Juan expone la identidad de Cristo desde sus primeras palabras: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1) y en el resto del libro continúa el tema. Juan, el testigo, escogió ocho de los milagros de Cristo (o señales, como Él las llamó), que revelan la naturaleza divina/humana de Cristo y su misión en la que da su vida. El Creador poderoso vino a formar parte de la creación, limitado por tiempo y espacio, susceptible a la edad, a las enfermedades y a la muerte. Pero el amor lo impulsó y por eso vino a salvar y a rescatar a los que estaban perdidos y darles el don de la eternidad. Él es el Verbo; Él es Jesús, el Cristo.

Esta es la verdad que el apóstol Juan nos revela en su libro. El Evangelio de Juan no es la narración de la vida de Jesús, es un argumento poderoso en cuanto a la encarnación, una demostración concluyente de que Jesús fue y es el Hijo de Dios enviado del cielo y la única fuente de vida eterna.

Reflexión

En cada capítulo la divinidad de Cristo se revela. Y Juan subraya la verdadera identidad de Jesús mediante los títulos que utiliza: Verbo, Hijo unigénito, Cordero de Dios, Hijo de Dios, Pan de vida, resurrección y vida, vid. Y la fórmula es: “Yo soy”. Cuando Jesús usa esta frase, afirma su preexistencia y su deidad eterna. Jesús dice: “Yo soy el pan de vida” (6:35), “Yo soy la luz del mundo” (8:12); “Yo soy la puerta” (10:7); “Yo soy el buen pastor” (10:11); “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25); “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6) y “Yo soy la vid verdadera” (15:1).

Sin dudas, la señal más sobresaliente es la resurrección y Juan nos brinda un conmovedor testimonio del hallazgo de la tumba vacía. Luego narra varias apariciones posteriores a este hecho.

Juan aclara que Jesús no es solo un hombre, es el eterno Hijo de Dios. Es la luz del mundo porque ofrece este regalo de vida eterna a todo el género humano. Qué ceguera y necedad al considerar a Jesús simplemente como un buen hombre poco común o un maestro moral. Y aun algunas veces actuamos como si esto fuera cierto sobre todo cuando nos movemos alrededor de sus palabras y vivimos a nuestra manera. Si Jesús es el eterno Hijo de Dios, debiéramos poner atención a su identidad divina y a su vida que comunica un mensaje.

Juan, el fiel seguidor de Cristo, nos ha dado una visión personal y poderosa de Jesús, el Hijo eterno de Dios. A medida que usted lea su historia propóngase creer y seguirle.