Apocalipsis 1° Parte



Pasaje

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas; porque el tiempo está cerca” (1:3)


Oración

Señor, sé con toda certeza, que más allá de toda lucha, en Tú Nombre,


Declaración

El apóstol Juan asumió la obra pastoral en Éfeso alrededor del año 70 d.C., incluyendo las iglesias del área circunvecina, las “siete iglesias de Asia Menor” de Apocalipsis 2–3. El emperador romano Nerón había perseguido a los cristianos en Roma, pero la “prueba de fuego” que Pedro había prometido (1 P 4:12) todavía no había empezado. Mas cuando Domiciano ascendió al trono (81–96 d.C.), la persecución se intensificó. Domiciano era un asesino a sangre fría como nunca se encontrará en las páginas de la historia. Promovió la “adoración al emperador” y empezaba sus anuncios con: “Nuestro señor y dios Domiciano ordena”. Juan tuvo que ir al exilio en la isla de Patmos, una isla rocosa de quince kilómetros de largo y diez de ancho, en el Mar Egeo. Roma tenía un campamento penal allí, en donde los prisioneros trabajaban en las minas. Fue allí en este paraje que Juan recibió las visiones que forman Apocalipsis. Lo escribió alrededor del año 95 d.C.

Desarrollo

Bajo la inspiración del Espíritu y del Antiguo Testamento, Juan no tenía dudas de estar reflejando los horribles acontecimientos ocurridos tanto en Roma como en Jerusalén, cuando proclamaba “la profecía” sobre lo que parecía inminente: la intensificación de la guerra espiritual contra la Iglesia (1:3) por parte de un estado anticristiano y las religiones anticristianas. El propósito de este mensaje era proporcionar aliento pastoral a los perseguidos, fortaleciendo, invocando y proclamando la seguridad y certeza de la esperanza, junto a la confianza de que en Cristo ellos compartían el poder soberano de Dios para vencer completamente a las fuerzas del mal en todas sus manifestaciones. El Apocalipsis es también una apelación evangélica para aquellos que en el presente viven en el reino de las tinieblas, a fin de que entren en el reino de luz (22.17).

Reflexión

Dios ha creado el orden de la comunidad; esto es, el matrimonio y la familia, la actividad económica, el gobierno y el estado (Ro 13:1). Satanás, incapaz de crear cualquier cosa, tienta a otros para distorsionar y utilizar mal lo que Dios ha creado. Los cristianos deben distinguir cuándo un gobierno está funcionando “bajo” la autoridad divina o “como” la autoridad divina. Si se trata de lo segundo, los cristianos deben orar, resistir con valentía y aceptar pacientemente las consecuencias de obedecer al Dios cuya imagen y sello llevan consigo (Mc 12:16). Deben hacerlo en la confianza de que después de su victorioso sufrimiento reinarán con el Señor.

Detrás de las apariencias de pompa y poder del mundo, está la realidad de la absoluta soberanía del Señor, el Cordero que garantiza la derrota final del pecado y el mal. Dios utiliza todas las fuerzas del mal, todas las consecuencias del pecado, aun el sufrimiento de sus santos, para alcanzar sus propósitos. Los creyentes que padecen persecución deben saber que sus sufrimientos no son inútiles, y que al final serán reivindicados. El principal manantial de la esperanza y el valor cristianos es la certeza de que el enemigo ha sido derrotado y ha caído, que los seguidores del Cordero no están peleando una causa perdida. ¡Él ya ha vencido, por lo que ellos pueden ser y serán vencedores!