Jonás



Pasaje

“¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” (4:11).


Oración

Señor te pido que me ayudes a no callarme jamás. Que nunca yo elija a quien bendecir y a quien no, líbrame de caer en ese hoyo.


Declaración

Los paganos asirios, tradicionales enemigos de Israel, fueron potencia dominante en el Medio Oriente entre los años 885 y 665 a.C. Varios relatos del Antiguo Testamento describen sus atropellos contra Israel y Judá, pueblos a los cuales saquearon y llevaron al cautiverio. El poderío asirio se había debilitado en tiempos de Jonás, y ello permitió a Jeroboam II reclamar áreas de Palestina desde Hamat hasta el Mar Muerto, como Jonás profetizó (2 R 14:25). Jonás busca mostrar la inmensidad de la Gracia de Dios. El mensaje de salvación es para todos los pueblos y se escribió aproximadamente en el 785–760 a.C. Jonás precedió a Amós y profetizó bajo Jeroboam II, el rey más poderoso de Israel (793–753 a.C.). Asiria era el gran enemigo de Israel, y conquistó a Israel en 722 a.C. El arrepentimiento de Nínive no debe haber durado mucho, pues fue destruida en 612 a.C.

Desarrollo

El libro de Jonás nos cuenta la historia de la fuga del profeta y cómo Dios lo detuvo y lo hizo regresar. Pero es mucho más que la historia de un hombre y un gran pez: es una profunda ilustración de la misericordia y la gracia de Dios. Nadie merecía menos el favor de Dios que el pueblo de Nínive, la capital asiria. Jonás lo sabía. Pero sabía que Dios los perdonaría y bendeciría si se apartaban del pecado y lo adoraban. Jonás conocía también el poder del mensaje de Dios. Sabía que aun una predicación débil suya podía resultar en que aceptaran y escaparan del castigo divino. Pero Jonás aborrecía a los asirios, y quería venganza, no misericordia. Por eso huyó. A la larga, obedeció y predicó en las calles de Nínive, y el pueblo se arrepintió y se libraron del castigo. Entonces Jonás se enfureció y le protestó a Dios: “sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (4:2). Al final, Dios confrontó a Jonás en cuanto a sus egocéntricos conceptos y falta de compasión. Reflexión La historia de Jonás dice mucho acerca del corazón de Dios y la misión del pueblo escogido. Dios desea mostrar su misericordia y extender su perdón a todos los pueblos de la tierra. El Señor ha encomendado este ministerio de reconciliación (2 Co 5:18-19) a la Iglesia. Así como Israel fue comisionado para revelar a Dios al mundo (Gn 12:3), la Iglesia lo ha sido para predicar el evangelio a todo el mundo (Mt 28:18–20). Cuando la Iglesia asume la actitud exclusivista exhibida por Jonás e Israel, fracasa en el cumplimiento de su tarea. Pero cuando toma en serio el mandato de Dios de levantarse e ir por todo el mundo, aquellos que escuchan la Palabra y responden positivamente experimentan el poder de la misericordia y el perdón de Dios para cambiar las vidas y modificar el medio cultural.